Sylvia Plath y Ted Hughes.
Un amor convertido en infierno

Los diarios de Sylvia Plath

A través de sus diarios, podemos conocer a la joven Sylvia, su claro deseo desde muy pequeña de convertirse en escritora y de vivir de ello. De «dormir a cielo abierto, viajar al oeste, pasear de noche.» Escribir es, para ella, explorar, registrar cada sentimiento o emoción, encontrarse consigo misma.

De manera recurrente muestra también su preocupación por su rol en la sociedad, por el amor y el lugar que ha de ocupar un hombre, o el matrimonio en su vida. Se muestra preocupada por tener espacio propio a pesar de tener un hombre en su vida. A pesar de su juventud, es consciente de que las oportunidades de hombres y mujeres, en el amor y en la sociedad, no son las mismas.

 

“La única salida a mi situación actual, desde mi punto de vista, intentar mantener una parte de mi vida protegida y separada de la vida de mi futuro compañero y de todos los compañeros que llegue a tener. No solo soy celosa, también soy vanidosa y soberbia. No permitiré que mi vida quede supeditada a la de mi marido, encerrada en el círculo más amplio de sus actividades, alimentándome parasitariamente del relato de sus éxitos. Debo tener un espacio legítimamente mío, distinto del suyo, que tendrá que respetar”

Hay que recordar que Sylvia vivió una desigual relación en sus progenitores. Ambos, con estudios académicos y carreras profesionales. Tras el matrimonio, Aurelia Plath, decide dejar atrás sus aspiraciones y sueños, y deja su empleo como profesora para dedicarse a su familia. Toda la vida familiar giró en torno a Otto, el padre y su carrera. Íntimamente, Sylvia siempre deseó demostrar a su madre que era posible tener un matrimonio estable y feliz, y éxito a nivel profesional.

Muchos de sus pensamientos eran opuestos. Idealizaba la relación amorosa, pero también sentía cierta rabia ante las posibilidades del hombre que no estaban al alcance de la mujer. Deseaba casarse, sin embargo, y tener hijos.

"Agotará el matrimonio mi energía creativa y aniquilará mi deseo de expresarme por escrito y con la pintura o conseguiría si me casase una expresión plena en el arte junto con la crianza de los niños? ¿Soy lo suficientemente fuerte para hacer ambas cosas? Este es el punto esencial y espero armarme de valor para la prueba...porque estoy muerta de miedo."

Ted Hughes

Sylvia Plath obtuvo una beca Fullbright para estudiar en Cambridge, Inglaterra, al terminar sus estudios universitarios en Boston.

Allí, Sylvia conoce la poesía de Ted de manera casual, porque lee sus poemas en una nueva revista literaria, St. Botolph´s Review. Queda muy impresionada con ellos. Hasta el punto de que decide acudir a la presentación de dicha revista. En cuanto entró en aquella fiesta vio a aquel gigante de voz de trueno y preguntó por él.

Hablaron toda la noche y bebieron hasta terminar en un cuarto donde, exaltados y bastante borrachos, se besaron con pasión… Fue un primer contacto muy sexual y violento, tal vez anticipando la dinámica en la que se iba a desarrollar en muchos momentos la relación.

"Los dos bailábamos a zapatazo limpio... Y luego me besó en la boca como un cataclismo, y me arrancó la diadema y mis pendientes de plata favoritos. "Ja, me los quedaré, ladró." Y al besarme en el cuello, le mordí con fuerza en la mejilla durante mucho tiempo. Cuando salió de la habitación le corría sangre por la cara."

Ted, 5 años mayor que ella, y licenciado en 1.954 en Arqueología, intentaba vivir de la poesía desempeñando puestos de trabajo como vigilante nocturno, jardinero o asistente de zoológico.

 

Ambos se encontraban en una época de confusión y  preocupación acerca de su trayectoria profesional. Ted atravesaba una época de dudas, se encontraba apático descontento con el trabajo que realizaba. Se había estancado en su carrera. La publicación de aquellos 4 poemas en la revista que había creado con varios amigos ( y de la que apenas se publicó un número), supuso para él un cambio emocionante.

 

 

"He conocido al hombre más fuerte del mundo, ex-alumno de Cambrigde, brillante poeta cuya obra de arte estimaba antes de conocerlo, un Adán alto, desmañado, saludable, con voz de trueno, cantante, narrador de historias, león y trotamundos, un vagabundo que jamás se detendrá."

Fue una pasión arrolladora. La conexión entre ambos fue total, a nivel físico e intelectual. Dos personas sobresalientes con una química imparable. Se casan en menos de 4 meses, el 16 de junio de 1.956, un día especial para la literatura porque celebra el Bloomsday en Irlanda, en honor al protagonista del Ulises de James Joyce.

¿La luna del miel? En el exótico pueblo español de Benidorm, junto al mar que tanto adoraba Sylvia, descansando y escribiendo.

Imagen de las calles de Dublín en la celebración del Bloomsday
https://www.flickr.com/photos/infomatique/18678779428 BLOOMSDAY HERE IN DUBLIN [2015] William Murphy

A la vuelta de la luna de miel visitan a la familia de Ted, en el condado de Yorkshire. Ted provenía de una familia humilde, austera, trabajadora y conservadora. Es el menor de 3 hermanos, George, Oldwyn y Ted. Sylvia, la exótica americana rubia no pareció encajar y fue recibida con recelo. 

En estos primeros años la pasión es inacabable. También sabemos por sus diarios, que Sylvia asume todos los roles cotidianos de la casa con naturalidad, la limpieza, la compra, la cocina. Pronto, ella comienza a revisar y pasar los textos de Ted a máquina. Hay unanimidad en el hecho de que la carrera de Ted no hubiera despegado igual sin el espíritu comercial de Sylvia.

 

Ella envió unos poemas a la editorial Harper, que había anunciado la convocatoria de un nuevo premio literario. No hizo lo mismo con los suyos al considerar que  no tenían la calidad suficiente. Ted ganó el  primer premio, y su carrera se vio impulsada por el prestigio que esto dio a su obra.

 

Máquina de escribir de la marca Royal utilizada por Sylvia Plath
Máquina de escribir de la marca Royal utilizada por Sylvia Plath. https://www.flickr.com/photos/107480180@N03/41518110870 Smallcurio

He odiado a los hombres porque quieren degradarme, por su actitud: las mujeres no deberían pensar, no deberían ser infieles (pero sus maridos pueden serlo), tienen que quedarse en casa, cocinar, fregar. Muchos hombres necesitan que una mujer sea así. Solo los débiles no, de modo que muchas mujeres fuertes se casan con un hombre débil, para tener hijos y a la vez, hacer lo que les da la gana.”

No tenía que ser fácil para Sylvia ver estancarse su carrera, al tiempo que la de Ted ascendía. La mezcla de emociones, más para ella, que deseaba profundamente reconocimiento y lo llevaba buscando desde la infancia.

Además, luchaba contra esas temporadas de oscuridad y depresión, que cíclicamente volvían a su vida. ¿Ted la acompañaba y ayudaba en estos periodos? No parece que fuera así, más aún cuando llegan Frieda y Nicholas, los hijos de ambos, y la carrera de él es imparable. Tan imparable como su ego crecía y la soledad de Sylvia aumenta.

“Me dan asco muchas cosas de mí misma y aún más de Ted, cuya vanidad no solo no ha disminuido, sino que está desbocada”

Poeta Ted Hughes. Libre dominio

Las peleas en el matrimonio aumentan. Sylvia está cada vez más convencida de las infidelidades de Ted, se mudan a Devon, a una casa de campo a 4 horas de Londres, para poder concentrarse en la escritura y en la crianza de los hijos. Parece idílico, pero pronto Sylvia se ve aislada en aquella casa, mientras Ted cada vez pasa más tiempo fuera. El alquiler de su casa de Londres a la pareja de amigos David y Assia Wevill parece precipitar el final del matrimonio, que ya estaba roto porque el enamoramiento y la admiración que ambos sentían se había esfumado.

Hacía tiempo que Sylvia estaba segura de las infidelidades de Ted, sus frecuentes viajes a Londres la llenaban de dudas y angustia. Apenas hacía caso a los niños. Sentía que «olía a pañales y leche rancia», se sentía agotada y sola. Su sentimiento de fracaso crecía y con ellos sus etapas de depresión.

“Cómo necesitamos otra alma a la que aferrarnos, otro cuerpo que nos mantenga calientes. Descansar y confiar; para darle confianza a tu alma: necesito esto, necesito a alguien en quien entregarme”.

Cometí el error más irónico y fatal confiando en que Ted era distinto a otros hombres

Y aparecen la rabia y el resentimiento acumulados. Hacia Ted y sus privilegios como hombre, únicamente interesado en su carrera y su placer; hacia su padre, cuya muerte le acompañó toda su vida; hacia Aurelia, su madre, que dócilmente se replegó y dejó únicamente a la vista a la madre y esposa; hacia una sociedad que la olvidaba y la silenciaba, que no la veía más que en su rol femenino.

El fracaso, la soledad y la traición la convierten en una mujer que escribe en unos meses los poemas que compondrán ARIEL, brillantes, descarnados y salvajes. Se despojó por fin de todas las ataduras y compuso poemas increíbles, que ella misma sabe «que le harán famosa».

BIBLIOGRAFÍA

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