ANNE SEXTON

Buscando Mercy Street
linda gray sexton

Una larga carta para una madre ausente y una poeta brillante.

LINDA GRAY SEXTON comenzó a escribir una carta dirigida a su madre, Anne Sexton, al cumplir 40 años. Esa larga carta acabaría por convertirse en un extenso libro de más de 500 páginas. En sus propias palabras, lo comenzó en 1.992, en un momento en el que su vida se encontraba en una encrucijada. 

Anne Sexton descubrió la poesía a los 28 años, después de un intento de suicidio y de años con una depresión que se agravó con la maternidad. Sin formación académica reglada, consiguió una exitosa carrera que incluye un premio Pulitzer, un Shelley Memorial Award, 4 Honoris Causa, una plaza de profesora titular de la Universidad de Boston. Obtuvo fama, reconocimiento y un lugar propio que habitar con la poesía.

No tuvo que ser sencillo ser hija de una Anne Sexton tan inmensa como desquiciante. Tan herida como hiriente. Con tanta luz como oscuridad.

“Era cariñosa y amable, pero también estaba enferma y era destructiva. Intentó ser una buena madre pero, y esta es la verdad, no lo fue. Mi madre era humana, simplemente, y estaba sujeta a todo tipo de debilidades y problemas."

Su infancia estuvo llena de gritos y ansiedad, de soledad y nervios, de alcohol y pastillas en la mesilla de noche, de infidelidades y violencia, de ausencia y separación.

 

Su propio nacimiento aceleró una enfermedad que su madre manifestaba desde la infancia. Una depresión que se apoderaba de ella asiduamente, un alcoholismo que lo impregnaba todo y una obsesión por la muerte que la llevó a 10 intentos de suicidio. 

Tanto Linda como su hermana Joyce tuvieron que convivir con los constantes ingresos hospitalarios de Anne, con el miedo a perderla y con la sensación de echarla de menos cuando debían ser separadas para estar con familiares mientras ella se recuperaba.

Manifestó en reiteradas ocasiones no querer a sus hijas, y preferir la literatura a  la  maternidad, con todo el dolor que eso puede ocasionar a una hija. En realidad, la poesía y las palabras le ayudaban a canalizar todo el dolor que sentía, y le alejaban, aunque fuera temporalmente, de la locura que todo lo podía.

“La muerte vivía en nuestra casa: acechaba en los pequeños botes farmacéuticos de la torazina, hidrato de cloral, pentobarbital y deprol sobre la cómoda de mi madre; en las jarras de bebida, en la punta de la lengua de mi madre o en los puños cerrados de mi padre; esperaba paciente en el coche aparcado en el gran garaje; tras las rejas del hospital psiquiátrico”.

Una enfermedad terminal

Es inevitable leer el libro y reflexionar acerca de la maternidad, y de la relación madre-hija. Como Linda misma indica, es su visión personal y subjetiva de una infancia traumática y del proceso de aceptación que fue realizando con los años. A pesar de las  crudas revelaciones familiares que hace, también ayuda a comprender cómo tejemos esa relación y cómo influye en quiénes somos.

 

Profundiza sobre el proceso de culpa cuando no podemos evitar la destrucción de quienes amamos, sobre la depresión, que inevitablemente ella también padeció, y sobre el suicidio, del que afirma que no contiene una sola gota de encanto o lucidez. 

 

«Su desequilibrio mental era una enfermedad terminal; nuestra familia estuvo al pie del cañón sintiéndose tan impotente como la familia de un enfermo de cáncer, intentando engañar a la muerte un año más. Intentando no decir adiós. Intentando decir adiós».

Linda encontró una forma de acercamiento a su madre escribiendo poesía y llevándola a su despacho, mientras su madre corregía su trabajo. Encontró el placer que producía sentirse llena y feliz con la escritura. Ese puente de comunicación que se abrió ante ambas, permitió a Linda ver esa otra cara de su madre, la de la escritora, la que le dijo «Tell it truth». Dilo de verdadEsta frase resume la forma en la que Anne Sexton concibe la escritura: no es tan importante lo que sucede sino cómo lo sentimos nosotros.

Al cumplir 21 años su madre la nombra albacea literaria de su obra, el mismo año en el que se suicida, con una Linda iniciando su carrera universitaria. Ello le permitió el acceso a todo el material disponible de su madre, que ha ido revisando y ordenando, incluyendo la publicación de un volumen con una selección de cartas que fue enviando a lo largo de su vida. Cartas que escribió, a modo de conversaciones consigo misma, a Sylvia Plath, Ted Hughes, Elizabeth Bishop, Robert Lowell, Maxine Kumin, Kurt Vonnegut, Louis Simpson, Dennis Farrell, Anne Wilder. 

Aquí está, por fin Mercy Street.

En abril de 1.969, mientras viaja en avión, Anne escribe una carta dirigida a Linda. Pero no a la Linda de 14 años, sino a la mujer adulta que llegaría a ser. 

"La vida no es fácil. Es terriblemente solitaria. Yo lo sé. Ahora tú también lo sabes -estés donde estés, Linda, hablando conmigo. Pero he tenido una buena vida -escribí siendo infeliz- pero he vivido a tope. También tú, Linda -¡Vive a TOPE! Apúrala al máximo. ¡Te quiero, Linda de 40 años, y me encanta lo que haces, lo que encuentras, lo que eres! -Sé tú misma. Entrégate a los que amas. Háblale a mis poemas y háblale a tu corazón -yo estoy en ambos: si me necesitas. Te mentí, Linda. Sí que quería a mi madre, y ella me quería a mí. Nunca me abrazó pero la echo de menos, así que tengo que negar haberla querido nunca- ¡O que ella me quisiera a mí! ¡Qué tonta, Anne! ¡Pues ahí lo tienes!"

Mercy Street es el hogar metafórico que Anne buscó durante toda su vida. Era un deseo más que un lugar. El lugar donde alcanzar paz, serenidad, aceptación. Por ello Linda cierra el libro con estas palabras:

"Mamá, ¿me estás escuchando? (...) Mamá, leo tus palabras y doblo la esquina. Aquí está, por fin, Mercy Street"

Bibliografía