Enredándome
11 de febrero de 1.963
Estaba siendo un invierno inusualmente frío, realmente fue el más gélido del que se tienen registros en el siglo pasado en Londres. Sylvia se acababa de mudar a aquel apartamento con sus 2 hijos: Frieda, de 3 años y Nicholas de 8 meses.
Nada estaba siendo fácil. Sin apenas dinero, y arrastrando todos una gripe que ya parecía incurable. Ese apartamento sin calefacción, con el cuarto de baño dos pisos más abajo, sin agua caliente porque el frío había reventado las tuberías, con cortes de luz constantes debido al frío y sola con los niños. Durante todo el día había estado llamando a Ted, pero en vano, no había conseguido contactar con él.
Ted Hughes, el gran poeta, infiel por naturaleza, se iba pocos meses antes con Assia Wevill, amiga del matrimonio. Y no es que Sylvia no lo hubiera sabido mucho antes. Casi enloquece cuando encuentra a la pareja sospechosamente sola en la cocina de la casa familiar. Expulsó de inmediato a a la dulce Assia de la casa, pero ya era tarde…
"Si no esperas nada de nadie, no te decepcionarás"
(LA CAMPANA DE CRISTAL 1.963)
Sola, sintiéndose fracasada, arruinada, con 2 niños muy pequeños a su cargo y casi seguro con una depresión post parto. Conversaciones con el que fue su terapeuta nos indican que estaba medicada, pero tal vez había ciertos puntos que no se tuvieron en cuenta, como el tiempo necesario para que esta medicación hiciera efecto, o casi seguro, los posibles efectos adversos o interacciones de la medicación que no se tuvieron en cuenta. El frío estaba colapsando los hospitales y no pudo hacerse el ingreso que su terapeuta quería para ella. Estaba agotada, exhausta.
De hecho, se sabe un detalle curioso de esos últimos días de Sylvia. Y es que llevaba semanas sin lavarse el pelo, exactamente igual que Esther Greenwood, la protagonista de su novela La campana de cristal antes de suicidarse.
4 de octubre de 1.974
"Los suicidas tienen un lenguaje especial"
(VIVE O MUERE 1.966)
Escribió sobre todo lo impensable en la América de los años 60: infidelidad, incesto, alcoholismo, aborto, adicción a las drogas, enfermedad mental, menstruación, suicidio.
La obra que le otorgó popularidad y el prestigioso premio Pulitzer, Vive o Muere, contiene poemas en los que explora el sentimiento, sobre el que escribió toda su vida. Los suicidas, escribió, son como los carpinteros, no preguntan qué hacer, sino con qué herramientas construir.
Lo intentó en 9 ocasiones con barbitúricos, pero siempre llegaban a tiempo de salvarla. Como si aún no fuera el momento. Pero en el último, como tantas veces en fecha cercana a su cumpleaños, encontró la herramienta que no le falló.